Era un día lluvioso cuando ella se sentía tan mal en casa, una casa que ni siquiera era suya. Era parte de su malestar. Ese rayito de sol que iluminó por poco tiempo se apagó, no brillaba ya su cara, y es que estaban a punto de verse, verse por última vez con la mirada que siempre se miraban, era la última conversación larga, era un adiós, y seguramente un hasta nunca. Solo faltaba la puntualidad, era lo único que ella pedía, solo para no sufrir más tiempo, para no hacer más larga la espera. Las promesas se fueron. Las palabras volaron. Nada de lo que dijo era cierto. Todo terminaba.
Lo siento tanto como ella. Es mi mitad, esa mitad que necesito, que ella necesita también y que debido a la falta de mi apoyo está ahí, sin ánimos. Y es que él siempre aparece con sus malas noticias cuando menos tiene que aparecer, en el peor momento de todos.
Ella vale más que el. Mucho más, asique no debe estar triste, él va a perder algo valioso, pero es que él se merece mucho menos y el tiempo lo coloca todo en su sitio.
Vive, en serio, no sufras, no vale la pena por alguien que no tiene compasión por ti, que no siente lástima por el dolor que está causándote. Nunca se portó bien contigo, solo fueron cariños, los típicos, pero no demostraba nada con sus detalles.
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