martes, 1 de abril de 2014

No es sólo hipocondría, es algo más





Miedos encerrados en jaulas de realidad. Los años hacen los barrotes cada vez más fuertes y más firmes, que el tiempo no se deje vencer por los terrores psíquicos a los que estamos expuestos nada más nacer. Lloramos, necesitamos respuestas, la realidad nos va aportando reglas que conforman algo de coherencia entre el yo y el entorno. ¿Qué nos separa de la naturaleza? Cuando logramos conseguirlo convirtiéndonos en figuras que vagan solas sobre la tierra, nos volvemos indefensos. Nos han regalado la vida, pero nos han dado también un arma junto a ella. Un arma que nos mata a nosotros mismos, la conciencia de nuestra propia existencia. Ella ha creado la desdicha de nuestra sociedad. La que provoca la duda, la que provoca el conocimiento, la que logra sustentar la motivación de la humanidad con el fin de saberse, y la esperanza de llegar al fin a una verdad.  Un sonido me ha hecho pensar y me ha transportado a la infancia, ha provocado sentimientos que creí perdidos, me ha hecho ver lo grande que veía el universo y cuán cantidad de posibilidades de vidas alternativas tenía. Qué arduo camino me esperaba, qué lejano estaba. Ese sonido me provocaba inquietud por la vida, y  al mismo tiempo un miedo inmenso por perder. Perder la vida, perder a mis seres queridos, perder lo que tenía. Lo desconocido me daba pavor. El tiempo va enmascarando los miedos a medida que la realidad nos exige actuar, a medida que la mente se torna estable y eficiente. Quiero vivir, pero  mis actos siguen estando, fuera de mi saber consciente, dirigidos a resolver mis más profundas inquietudes.
Supongo que el sentido de vida que mantengo, es gracias a la búsqueda del propio sentido sobre la vida.

sábado, 15 de febrero de 2014

Fuera



Me usas para tu propio beneficio. No te importo. Cuando yo era un vehículo para llegar hacia ella, bien aprecio me tenías, aprecio que ahora noto que no era más que una gratitud superficial, egoísta no más que para sentirte bien consiguiendo tus metas. Cuando la tuviste, me cuidabas, no por la que yo era, sino por lo que significaba ser su amiga para ti. Ahora que has mostrado tu verdadera “identidad” si es que la tienes, y ya no la necesitas a ella, sólo a él, ahora, solo soy un estorbo para ti, le quito el tiempo que tú puedes pasar con él, pero yo sigo siendo la misma. Lo único que ha cambiado ha sido tu condición, y tu persona, te has topado con la realidad de cabeza, estás viendo que la gente puede ser más feliz que tú, y que lo que tienes ahora no es mucho. Me estás tratando como la mierda a escondidas, y como una más a ojos de él, aquel amigo que para ti es el más importante, la persona más importante para mí también. No te lo voy a quitar, no soy como tú. Si es a lo que tienes miedo. No. Yo soy mucho más justa y doy lo mismo en todas mis relaciones sociales. Estoy harta de que me escupas la cara a escondidas, de que no me digas nunca lo que piensas ni aunque te lo pregunte. Que hacerte el tonto se te da de maravilla. Estoy muy harta de ti. De cómo te estás comportando. Conmigo y con las personas más importantes de mi vida.
Ojalá leas esto algún día y te sientas identificado, porque si es así me alegraré de saber que te has dado cuenta de que eres así.

miércoles, 5 de febrero de 2014

Una vez más, aquella.



Hace mucho que no me siento inspirada para escribir. Y no significa que se me hayan acabado las ideas. Quizá esas dichosas redes sociales con caracteres restringidos han hecho de nosotros seres totalmente concisos y directos, escuetos creativos para los más participantes y vagos confirmadores de lo que leen para el resto.

¿Qué hemos querido conseguir con todo esto? Quiero decir, la tecnología, los seres humanos llevamos décadas y siglos inventando instrumentos uno tras otro para hacernos la vida más sencilla, y sin saber cuál es el sentido de la vida, nos dirigimos a un estado psico-traumático donde no tenemos qué pensar y sólo nos queda aferrarnos a esas máquinas que tanto trabajo nos han costado y perdernos en un sinsentido patológico donde aparecen problemas de adicción a las tecnologías, a las compras, y un sinfín de alteraciones conductuales para no pensar en lo que NO queremos pensar. Qué hacemos aquí. Dónde estamos. Cuál es nuestra misión.
Tratamos de ocultar bajo tierra todas esas preguntas, antes, con la religión, afortunados aquellos que aún están bajo sus premisas, y ahora con tecnología.
No es arriesgado afirmar que casi todo lo que rodea al ser humano trata de evitar o evadir esas preguntas, y es que el que nos “hayan otorgado” una mente y por ende una conciencia propia, como dice Erich Fromm, nos da esa separatidad  con la naturaleza, la metacognición que termina por acabar con nuestro bienestar natural.

jueves, 9 de enero de 2014

Sueños y expectativas



Estaba en uno de esos sueños en los que eres consciente de que estás en ellos. Quería poner a prueba mi mente, quería saber hasta dónde la creatividad y la rapidez de mi cerebro llegarían para ver las cosas con coherencia. Entonces, cogía un bote, lo primero que encontré, y quise leer los elementos químicos que contenía la etiqueta. Extrañamente a mi racionalidad, leía cosas que aparentemente yo no conocía pero tenían total sentido y claridad, parecían existir, eran números, palabras… fue entonces cuando me di cuenta de la magnitud y la velocidad de procesamiento de nuestro cerebro (incluso durmiendo) para crear realidades que no existen. Fue ahí cuando me desperté, aunque realmente no me había despertado, estaba en uno de aquellos sueños en los que crees que te has despertado pero es otro más. Ahí, a pesar de la incoherencia de la circunstancia, mi mente parecía entenderlo todo. En ese subsueño en el que “desperté” le contaba a alguien lo que me había pasado, diciendo que había visto las cosas tan reales como ahora mismo estaba viendo con total perfección los tejidos de la piel de mi mano. Los veía realmente, parecía que con lupa. La poca coherencia que tenían los acontecimientos se fundían en mi mente sin que pudiera apreciarla. Los sueños no son más que activación de ciertos circuitos neuronales, producción de ciertos neurotransmisores, no es más que sentir  lo que realmente sentimos, porque son esos mismos circuitos los que se activan en una pesadilla que cuando sientes miedo real.

Ver los rasgos acentuados, ver cómo ve tu subconsciente la realidad. Realmente hay sueños que están cargados de inconsciente y de mensajes de nosotros  mismos que no sacamos o no podemos sacar de ninguna otra forma, son esos deseos reprimidos y esos miedos internos. Al final, aquellos psicoanalistas no estaban tan equivocados.

Era el final de una navidad más. La del 2013, hoy había sido día siete de enero  del 2014, y sentía más que nunca que el tiempo pasaba más rápido de lo que yo pudiese retener en mi pupila. El frío que sentía en los brazos era estremecedor, no hacía tanto frío realmente, y menos después de lo que mi hermano me había contado esta mañana de su viaje a Suecia.

Mis padres siempre han mostrado, sobre todo ahora, mucha más serenidad con él que conmigo. Yo soy, para ellos, la hija menor, la susceptible, la llorona, gritona, mandona, desordenada y desorganizada, despistada, gastadora y loca. Y realmente de todo aquello que muestro ser, que quizá en casa pueda ser algo así, no soy ni la mitad. Soy tranquila conductualmente, sumisa, emotiva y racional, suspicaz y previsora. Lo que pasa es que a veces mis aspiraciones van en contra de esa personalidad que tengo, y no me queda otra que cambiar de actitud. Con mis padres gruño por no dejarme ser libre y locuaz, con independencia, pero a la hora de la verdad, fuera de su alcance, lo que logro ser es ser una gruñona por la rapidez de la sociedad, la inquietud, el consumismo, la locura de vivir el momento. En definitiva, tengo un pequeño problema de identidad que supongo subsanaré con el tiempo. Eso, por ahora, no es lo que me preocupa.
Está él, el que me lleva acompañando casi dos años. No sé de qué naturaleza es la dependencia que me causa, pero no creo que sea incentivable extrínsecamente. Aunque mi estado de ánimo tenga estos vaivenes cuando estoy junto a él, creo que mantiene en una línea más o menos recta o mínimamente equilibrada la razón de mi cordura. No quiero depender, y menos otorgar mi equilibrio mental a un ser externo a mi, y espero ser capaz de lograr esa independencia algún día, siendo previsora. Aunque, como dije antes, a veces prefiero vivir el momento y no pensar en esos asuntos.

Las transiciones no son buenas, quizá, cuando tienes una base sustentada, un sitio donde estar, una comida con la que alimentarte…  sean esas transiciones menos malas, pero tienes que preparar la mente para algo que viene y no sabes si estarás preparado. Tus mecanismos de defensa se preparan para un reto nuevo, la ansiedad sube, para irrigar tus pulmones de aire y tu cuerpo de sangre más rápidamente, y tu mente trabaja con facilidad, pero a mi eso no me pasa, la ansiedad supera esos límites adaptativos convirtiendo mi cuerpo en algo parecido a un arbusto. Sin uso.
La verdad es que he tratado mi ansiedad, ese desequilibrio emocional y esa aprehensión que heredé educativa y genéticamente de mis progenitores, pero aún queda mucho trabajo por hacer.

Esas transiciones provocan angustia, a todo el mundo. Hay que adaptarse, y adaptarnos nos da miedo. Es nuevo, lo nuevo nos da respeto por no saber si los recursos que tenemos serán suficientes o los adecuados para esa nueva vida. 

Cuando estás a punto de acabar una carrera universitaria, cuando tus amigos están ahí, como sustento y como entretenimiento de tu día a día, cuando tienes una pareja con la que salir y sentirte bien, cuando tienes una familia, que a pesar de la incomprensión que siento, están ahí, pues piensas, ¿por qué me siento así, si lo tengo casi todo?

No es más que miedo a lo que viene. Aún veo el camino borroso, y aunque note que no soy la misma que hace 4 años, que he crecido mentalmente, y físicamente, claro, tengo las mismas dudas de lo que hacer mañana. Tengo el mismo miedo de cómo comeré cuando tenga diez o veinte años más sin la ayuda de mis padres. Estoy preocupándome por un futuro incierto, en que me han estado metiendo miedo todos aquellos por prepararnos, y ahora, en medio de este caos económico, político, social, me tengo que inundar… yo sólo he seguido las reglas del juego, he seguido mis sentimientos, he luchado por sacar el máximo provecho de mi, he luchado por no ser un estorbo nunca, y me encuentro con un panorama desbordante psíquicamente. No veo ese camino aún. Me lo han borrado, me han quitado las últimas fuerzas para hacer lo que me gusta. Nos quitan las últimas oportunidades, me siento en este país de mierda igual que en casa. No puedo evitar querer a mi país, pero tengo mucha ira por cómo me tratan, mis padres no entienden lo que hacen mal, tampoco sirve de mucho explicárselo a estas alturas, y menos, yo. Les quiero, pero no puedo evitar sentir rabia. 

Escucha el Tema